A mediados de diciembre tuve el placer de asistir a unas aburridas conferencias sobre comunicación local. No fui por propia voluntad, claro está, pero descubrí algo. ¿Acaso creéis que las conferencias son para que escuchemos? ¿Para que aprendamos? Seguramente éste es el objetivo inicial de toda conferencia pero no, no es ése el resultado.
Lo que ocurre realmente es que nos ponen a prueba intentando someternos a límites insospechados de aburrimiento y, de esta manera, nuestro cerebro inventa formas de evasión de lo más variopinto: unos subrayan apuntes que hubieran estado olvidados hasta los exámenes, otros leen ese libro que llevaba meses en la estantería cogiendo polvo y algunos creamos personajes divertidos que algún día pueden llegar a ser algo.
Gracias conferencias, por ser la fuente de los creativos del mañana.